Mi primer contacto con la “Neurociencia” se produjo hace unos dos años, cuando
asistí a una conferencia en la biblioteca de la Ciudad de la Cultura de Santiago de
Compostela. Nombre tan pretencioso se aplica a un inmenso espacio vacío, porque
los millones de libros que podía albergar jamás llegaron por falta de presupuesto.
Pero tranquilos, las como mucho 50 personas que asistimos al acto estábamos en
una pequeña sala del 2º nivel, donde una señora se dedicaba a poner una serie de
videos, cuyo argumento era siempre el mismo, que podemos resumir en la célebre
frase de Ascanio “y que viva la la buena vida” que el ordenador, que es realmente una
máquina, detecta como falta de ortografía y que según se disponga la frase resulta
que los humanos no ven la redundancia.