Una de mis primeras
experiencias iniciáticas surgió cuando, siendo yo niño, comencé a sumergirme en
las páginas de poemarios de diversos autores y estilos. En muchos de ellos
presentí, bajo mi perspectiva subjetiva, el flujo de lo inconsciente. El predominio de imágenes rescatadas de los espacios
atemporales del espíritu moldeadas con la imprecisión de palabras llenas de
significados, palabras desdobladas de los rigores del lenguaje. Desde entonces
la poesía ha sido esencial en mi percepción global de la realidad.
Pero… ¿qué experimento con
la vivencia poética? Bajo el caudal de sensaciones, me dejo llevar a las
profundidades de mí ser. El yo superfluo, causal y casual enmudece ante los temores
y certezas de íntimos conflictos personales y universales. Observo mi reflejo
en cada verso pues, mirándome en sus espejos verdaderos, comprendo mi propia
naturaleza, mi debilidad patente elevándome más allá de los significados
aparentes de las cosas. La magia se produce entonces y el lenguaje, como una
ráfaga de viento desconocida, se deshace de las formas establecidas, exacerba los
sentidos, la visión intensa de imágenes no comunes, provoca el conflicto de las
emociones irracionales con los códigos dogmáticos del sentido común…
La poesía invita al lector
a derrumbar los muros de sus concepciones lógicas establecidas para adentrarse
en otras realidades paralelas cuyas conexiones con el ser humano son la
imaginación, las emociones, los sueños, los mitos… ¿y no es acaso la magia, en
este sentido, poesía en estado puro? Un
gran poeta al que admiro y aprecio compartió en una ocasión una reflexión
conmigo que no he podido olvidar desde entonces; el poeta crea metáforas con las palabras, el mago crea metáforas con
los elementos. Dichas palabras y elementos, entendidos como materiales
místicos, pertenecen necesariamente a un orden metafórico pues son puentes
hacia esas otras esferas de la realidad a las que nosotros, en nuestra
condición de artistas, aspiramos con nuestras propuestas alternativas. En
algunas culturas chamánicas este tipo de experiencias visionarias, potenciadas
hasta el estado extático, son denominadas como “vuelo mágico”.
Poesía y magia, magia y
poesía. Ambas dos evocan e inspiran, generalmente a través de la belleza, al
espíritu humano haciéndolo evolucionar en el plano espiritual hacia una
conciencia del despertar, lejos de
las limitaciones del idealismo cientifista de las sociedades modernas.
La magia, como honda
expresión de un rito alquímico, puede abrir las puertas de la psique con la
llave maestra del inconsciente; el
lenguaje simbólico. La poesía se construye utilizando tropos literarios con
palabras y la magia con elementos físicos corrientes o aparentemente corrientes
y con otros de propiedades extraordinarias. El más importante elemento del que
disponemos todos los magos es la baraja de cartas (especialmente la francesa)
pues sus características estéticas, numéricas e históricas ya poseen un enorme
caudal de información simbólica. No olvidemos que la baraja de cartas francesa
procede del tarot de Marsella, en cuyos 22 arcanos mayores se encuentran
algunos de los grandes arquetipos pertenecientes al inconsciente colectivo.
Este es el momento de explorar sus infinitas posibilidades y esa es nuestra
gozosa responsabilidad como canales que somos de la acción mágica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario