La Plaza del Obradoiro es un microcosmos donde se refleja el mundo actual.
Cada día pasan innumerables visitantes de todos los países ante el pedestal de
la estatua que es como una ventana para contemplar el mundo. Miles de pequeñas
historias, mostrando un turismo miserable, como corresponde a un régimen
mundial que se derrumba.
Muchos personajes poblamos a la Plaza. En principio las estatuas clásicas:
La Bruja, el Mago y los Santos. Después están las estatuas patrocinadas por las
mafias búlgara y rumana, con vestuario “tienda de los chinos” que alternan con
la práctica de la mendicidad. Abundan los “peregrinos profesionales” que se
apalancan en Santiago, nueva y floreciente versión de la mendicidad. Las
vendedoras de recuerdos, tan imprescindibles en el paisaje urbano como la tuna
de Santiago, los fotógrafos de todo tipo, los escurridizos “postaleros”
(vendedores de postales que, según las malas lenguas, son robadas) así como
todas las categorías de mendigos, estáticos en la puerta principal y vías de acceso
y ambulantes mas o menos lisiados. Y no digamos las rumanas con el timo de las
falsas ONGs, que cuanto mas estúpido es el público, mas se forran.