viernes, 1 de abril de 2011

El gesto mágico - por Mariano Vílchez


Este concepto se incluyó como tal dentro de los TENSORES FICCIONALES INHERENTES AL JUEGO pero no llegué a desarrollarlo por dar prioridad a otros artículos. Estará también incluido (con mucho más detenimiento) en un futuro libro de conceptos teóricos.





En ese artículo, entre otras cosas, veremos:


•El concepto de punto G

•5 características que pueden hacer más efectivo nuestro gesto mágico

•La equivalencia del gesto mágico en mentalismo.

•Alguna idea para sentir como magos que realmente “sucede” la magia.

•El concepto de gesto mágico como ancla emocional.



El gesto mágico es uno de los tensores ficcionales claves en la magia. Sin embargo, normalmente no le damos la importancia que se merece. A menudo no consiste más que en un simple e intrascendente chasquido de dedos o sonido gutural del mago, del cual muchas veces no es ni siquiera consciente.

En un juego bien estructurado, el gesto mágico suele darse una vez que se ha realizado la trampa y, normalmente, tras haberse establecido algún tipo de falsa continuidad o continuidad aparente (técnica, argucia o recurso psicológico que demuestra o sugiere que la situación inicial sigue la misma, a pesar de la trampa).

Supongamos por ejemplo que hemos descargado una moneda al regazo (TRAMPA) al cogerla de la mesa con la mano derecha. Ahora, dicha mano finge un falso depósito a la mano izquierda (en realidad este falso depósito es un bluff ya que la mano derecha está vacía por haber descargado la moneda al regazo).

Ahora, a lo Joaquín Navajas, reajustamos los dedos de la mano izquierda como recolocando la inexistente moneda (ACCIÓN DE FALSA CONTINUIDAD).

Finalmente soplamos en la mano (GESTO MÁGICO), imaginando que la moneda se deshace en humo con nuestro soplo (podríamos haber concebido cualquiera otra imagen para la desaparición, pero esta imagen del humo está más o menos en consonancia con lo aéreo del soplo). Ambas manos se muestran vacías. La desaparición es completa.

Llegado el momento de realizar el gesto mágico, el mago sabe que la situación final ya ha cambiado (la moneda no está) pero el espectador, ajeno a la trampa y obnubilado por la falsa continuidad (el reajuste de dedos de Navajas), sigue pensando, si hemos hecho lo correcto, que la moneda sigue ahí.

Por tanto es AHORA, cuando nos disponemos a hacer el gesto mágico (soplar), cuando para el espectador la magia tiene que suceder, ya que para él no habido modo alguno de que sucediera antes.

A este punto temporal donde la magia está a punto de ocurrir para el espectador Miguel Gómez lo denomina punto g.

Y es en este momento del punto g cuando el mago, como catalizador de la experiencia mágica, realiza el gesto mágico, indicando y sugiriéndole al espectador que es EN ESE PRECISO MOMENTO cuando sucede la magia.

Para transmitir esa sensación al espectador el mago (adoptando el punto de vista del espectador) tiene que SENTIR ÉL MISMO que es AHORA cuando la magia va a ocurrir. Y si no es capaz de sentirlo así, al menos debe intentar OLVIDAR lo que ya sabe (la situación inicial ha cambiado a raíz de la trampa).

¿Cuáles son entonces las características que debería cumplir el gesto mágico para ser eficaz y potenciar al máximo nuestra magia?

Tras cierto estudio y reflexión, creo que, para ser potente y eficaz, el gesto mágico debería cumplir alguna(s) de las siguientes características.


1. El gesto mágico debería vivirse y asumirse como un gesto que realmente desencadena el efecto.

Como ya he dicho, el mago tiene que intentar creérselo. Y no sólo deber creer en el gesto, sino que además tendría que visualizar el efecto posterior en su forma específica de manifestación.

En nuestro ejemplo, hay muchas formas de manifestación del efecto. La moneda desaparece volviéndose invisible, o se deshace entre los dedos en pequeñas partículas como arenilla o, tal vez, tal y como lo hemos elegido en este caso por ir en consonancia con el gesto mágico (soplar), la moneda se deshace en humo (ver al final nota 1).



2. El gesto mágico debería ser específico para cada efecto o fenómeno pues debería evocar y sugerir la forma en que sucede el efecto a nivel ficcional.

Veamos algunos ejemplos.

a. En su carta ascendente, Ray Kosby va realizando un suave aleteo de muñeca como propulsando la carta hacia arriba. El gesto es coherente, ya que la sensación es de que esos impulsos va haciendo subir la carta a través de la baraja.

b. En una carta al número, nos nombran una carta y nos dicen un número. Luego cogemos la baraja que está dentro de su estuche. Nos acercamos el estuche a la boca diciendo “¡Llamando al 3 de corazones (o a la carta que sea)!

Luego colocamos el estuche la mesa, y con el dedo índice dibujamos sobre él el número que nos han dicho. Finalmente le damos a un botón imaginario. Toda la imaginería ha versado sobre un supuesto ascensor por la que sube una carta a la que se le ha avisado primero.

Esta quizá sea una ficción absurda, pero el gesto mágico ha sido coherente con ella, evocándola desde el principio.

Ahora el espectador saca el mazo del estuche y cuenta comprobando en el número elegido está la carta.

Hay que hacer notar que en este ejemplo también nos beneficiamos del concepto de FALSA PROXIMIDAD (ver nota 2).

c. Para potenciar la sensación de que una carta va a atravesar la mesa, Gabi va girando las cartas empujándolas contra la mesa, evocando la sensación de un tornillo que penetra la mesa, hasta que “sentimos” que la carta ha atravesado la mesa, cayendo en su mano.

d. Al final de una rutina cualquiera (y una vez alcanzada la situación final), se regresa en el tiempo, volviéndose a la situación inicial (antimatrix, antiasamblea, etc).

Para sugerir ese regreso en el tiempo, la mano derecha traza sobre los elementos un círculo inverso al sentido de las agujas del reloj, evocando unívocamente la sensación de regreso al pasado.

e. Tamariz cruzando y separando los dedos para insinuar la separación de los elementos al hacer el agua y el aceite.


3. El gesto mágico no tiene el porqué depender exclusivamente de las manos.

En un Alicante mágico, Gea expuso un trabajo donde hablaba de la conveniencia de atenuar la presencia de las manos en la mente del espectador para quitarles a éstas un poco de protagonismo, en aras del resto de los elementos.

Esta tendencia podía fomentar la limpieza y la claridad, en favor de una mayor potencia mágica de los juegos. El trabajo desarrollaba unos cuantos principios para conseguir dicho objetivo.

Siguiendo esta idea, cabe la posibilidad (y Gea la usa a menudo en su magia) de que el gesto mágico consista en algo alternativo a un gesto de la mano (un soplo, una mirada que recorre la trayectoria invisible de una moneda, un silbido o incluso una expresión facial.


4. El gesto mágico lo puede hacer el espectador, sobre todo en rutinas pensadas para que él mismo haga la magia.

Está claro que podemos decirle al espectador cómo hacer el gesto mágico para que lo ejecute él y obtenga el resultado, aunque esto pueda suponer un cierto inconveniente que se explica a continuación.

También se puede plantear un ritual de “traspaso de poderes” en el tras hacer nosotros el gesto mágico le transmitimos su “energía catalizadora” de algún modo divertido aunque no intranscendente.

En una de mis rutinas favoritas que uso a menudo como opener, me dan una baraja mezclada que enseño como tal (aprovecho para localizar y culear los ases arriba).

Luego me froto las manos en una especie de ritual repitiendo en voz alta con los ojos cerrados “¡Ases, ases, ases!”. A continuación encuentro los ases, cortando por cada uno de ellos.

Ahora le digo al espectador que él también puede hacerlo. Llegado a este momento, tengo dos opciones.

a. Le pido que siga el mismo ritual, que se frote las manos repitiendo la frasecita.
Y después le hago alguna rutina donde él mismo corta los ases (por ejemplo Final Verdict de John Bannon).

b. Soy quien vuelve a frotarse las manos repitiendo el mantra y a continuación coloco mis palmas sobre las suyas, como transmitiéndole el “poder”. Y de nuevo el espectador corta por los ases.

De las dos opciones prefiero la segunda. El momento de colocar las manos sobre las suyas es divertido y dramáticamente potente. Además (y aquí viene el inconveniente antes citado) me curo en salud ante la posibilidad de que luego en su casa repita el ritual a solas y no le salga.

En todos estos rituales es CLAVE que le espectador se implique con cierta profundidad en el proceso y que realice el ritual CON TOTAL SERIEDAD, viviéndolos de veras.

Sí lo hace, el impacto final del clímax será muchísimo mayor. ¡Garantizado!


5. En mentalismo el gesto mágico es sustituido por el proceso ficcional por el cual el mentalista adivina, predice, sugestiona o afecta físicamente a los objetos con su mente.

Supongamos que el espectador ha cogido o ha echado un vistazo a una carta.

Ahora para adivinarla, le planteamos el siguiente proceso. Tiene que imaginar una pantalla de cine y en ella proyectar una imagen de su carta. Lo mismo que en los rituales y gestos mágicos llevados a cabos por el espectador, hay que procurar que se tome en serio este ritual y ser nosotros coherentes con él.

Me explico. Pongamos que el espectador ha cortado la baraja varias veces y ha cogido dos cartas de arriba. Le pedimos que las guarde en el bolsillo de la camisa. Saca una de ellas, la mira e intenta proyectarla en la citada pantalla de cine.

Fingimos concentración y visualizamos la pantalla y su carta en ella (en realidad la conocemos porque la baraja está en si stebbins y acabamos de echar un vistazo a la carta inferior del mazo). Ahora la nombramos con éxito. ¡Fantástico!

Pero si ahora adivináramos la carta que le queda en el bolsillo sin que el espectador ni siquiera la saque de él, seríamos incoherentes con el ritual, ya que no hemos recurrido al proceso establecido y el espectador ni siquiera ha visto la carta (ver nota 3).

Sería más coherente, por ejemplo, decirle que imagine de nuevo la pantalla y quedarnos en blanco, fingiendo que no percibimos nada. Luego podría darse el siguiente diálogo:

Nosotros:”Pero estás proyectando tu carta. ¿No?”
El espectador: “Es que no la he visto.”
Nosotros: “Ya decía yo, sácatela del bolsillo y échale un vistazo.”

Ahora sí que la proyecta y es ahora cuando la adivinamos. Hemos sido coherentes en el procedimiento de adivinación y ahora tal vez el espectador acepte más fácilmente la posibilidad ficcional de que la pantalla haya facilitado la transmisión de pensamiento.

Sin embargo a nivel de resistencia al análisis del juego, si adivinamos la segunda sin que la saque del bolsillo podemos cargarnos la primera adivinación.

En efecto, el espectador sabe que tenemos un “método” para saber la carta sin mirar (la clarividencia es de las habilidades menos creíbles para los profanos (ver nota 4)) y ya no se traga el número de la pantallita, ya que el mismo método valdría para la primera carta.


Y ahora un concepto personal con el que estoy experimentando últimamente.

El gesto mágico como ancla emocional

El ancla es una técnica psicológica de la PNL (escuela de terapia psicológica que surgió en los años 70 liderada por John Grinder y Richard Bandler).

Esta técnica consiste en asociar un contacto, gesto o motivo visual a una persona en el momento en que está experimentando una emoción determinada. Más adelante cuando se le vuelve a aplicar dicho contacto o gesto, la persona vuelve a experimentar parcialmente la emoción, sin tener que ser necesariamente consciente ni de dicha emoción ni de su procedencia.

Imaginemos por ejemplo un vendedor de coches que le pregunta a su potencial cliente por qué se decidió a comprar su coche anterior. El cliente rememora el momento, sintiendo en su interior la euforia y el entusiasmo que le llevaron a elegirlo.

En ese momento el vendedor le toca el hombro derecho al cliente, al tiempo que le dice algo. Ese toque en el hombro sería el ancla de la emoción de compra en dicho cliente.

Más adelante, cuando el cliente parece decidido a elegir un coche, el vendedor trataría de cerrar la venta al tiempo que vuelve a tocarle el hombro del mismo modo para amplificar sus emociones positivas hacia el coche y conseguir rematar la transacción

El ancla no tiene porqué ser necesariamente táctil, también puede ser visual (quitarse las gafas) o auditiva (una determinada palabra pronunciada en un tono determinado).

Obviamente este concepto es no tan fácil de aplicar. Hay elegir el momento donde la emoción o sentimiento tiene la máxima intensidad para aplicar el ancla y, obviamente, la emoción no va adquirir la misma fuerza original pero sigue siendo interesante su aplicación en terapia y venta (ver nota 5).

Estudiando estos temas se me ocurrió una posible aplicación en magia.

¿Por qué no convertir el gesto mágico en un ancla de una emoción suscitada previamente?

Se trataría de “anclar” el deseo, sueño, emoción o sentimientos evocados en la premisa del juego con el mismo gesto mágico que luego utilizaremos. En el momento en que lleguemos al punto g, el realizar el gesto volverá a sus suscitar todas estas sensaciones, potenciando el clímax del efecto.

A la gente le impacta cuando hago el juego del triunfo sobre todo porque parto de la premisa del desorden (quien me conoce sabe que soy muy desordenado).

Antes de hacer el juego a veces saco la premisa de la película de Mary Poppins. Y recuerdo cómo mágicamente ordenaba el cuarto de los niños. Este es un momento de la película que la gente suele recordar.

Digo que sería fantástico que con un simple movimiento de dedos (en este momento realizo un especie de aleteo con los dedos de las manos, como tocando un piano imaginario), todo se ordenara mágicamente.

Más tarde, a la hora de revelar el efecto del triunfo (en el cual todas las cartas menos la elegida vuelven a estar en el mismo sentido), utilizo ese mismo aleteo de dedos como gesto mágico, con lo que estoy evocando –o al menos así lo espero- tanto el deseo de ordenar las cosas sin esfuerzo como las emociones suscitadas por la escena de la citada película.

Creo que este puede ser un concepto interesante que os invito a explorar.





Notas al pie

(1) Confieso que con frecuencia descuido mucho este trabajo mental de imaginar el modo específico del efecto, así como el de sentir que el gesto mágico es la causa desencadenante del efecto.
En el último encuentro de La Peza, consulté a Gabi sobre tal dificultad y me dijo que, más que tratar de creer en el efecto y visualizarlo, se trataba de “no dudar”. Le di vueltas al asunto y he llegado a encontrarle cierto sentido práctico a esta idea.
Dejo al lector que haga lo propio.


(2) La falsa proximidad es otro interesante concepto teórico estructural que consiste en acercar y/o poner en contacto tanto dos elementos entre sí como un elemento con el mago, de modo que el espectador puede plantearse de que la trampa o causa mágica ha ocurrido en ese momento del contacto.

Por otro lado, el espectador no sabe cómo ha podido darse tal trampa, ya que las condiciones de ese contacto la imposibilitan totalmente.

En nuestro caso, cuando cogemos el estuche (con la baraja dentro) y la tocamos para hacer el gesto mágico, ahí cabe la posibilidad de que hagamos “algo” pero es que lo que hacemos lo hacemos sin sacar la baraja del estuche por lo que es imposible que podamos colocar una carta en una posición determinada.

Este concepto tiene dos ventajas fundamentales.

a. Crear una expectación por la que el espectador siente que ahí puede ocurrir algo, aunque no pueda decir el qué. Por eso la falsa proximidad tiene mucha fuerza cuando coincide con el gesto mágico.

b. Derribar las posibilidades de análisis del espectador que centra todo su razonamiento en dicho momento.

En nuestro ejemplo, una vez que los espectadores nos dicen carta y número, podríamos pedirles que cogieran ellos mismos el estuche y que sacaran la baraja para contar directamente el número, sin llegar a tocar nosotros en ningún momento.

Sin embargo, al coger nosotros el estuche para realizar el gesto mágico citado (trazo del número en el estuche y pulsado del botón imaginario), no sólo creamos un momento fuerte, sino que atraemos todo el análisis de los espectadores a ese preciso momento, haciendo que se olviden un poco más de los manejos previos (sobre todo los que podrían llevarlo a rastrear el método).

Este concepto se desarrollará con más detenimiento en el citado próximo libro de conceptos teóricos.



(3) A pesar de ser incoherente, la adivinación de la segunda carta podría ser efectiva si diéramos a entender que vamos a usar otro tipo de capacidad mental, ya que no se trataría ahora de leer el pensamiento, sino de clarividencia, pues ni siquiera el espectador conoce la carta.

De todas formas, autores como Luke Jermay desaconsejarían tal opción, ya que abogan por cierta unidad en cuanto a la capacidad ficcional empleada en cada rutina o juego.

Esto, en otras palabras, quiere decir que no debemos mezclar churras con meninas: si estamos haciendo una rutina de lectura de pensamiento, sigamos con ella hasta el final, no la mezclemos con una muestra de clarividencia o telequinesia.

Es algo similar a lo que ocurre con la ficción. Su fuerza como leitmotiv radica en su unicidad como trama principal (tal y como ocurre, por ejemplo, con la idea controladora única de un buen guión de cine).

Por otro lado, muchos buenos mentalistas no tienen reparos en mezclar capacidades distintas en una misma rutina. Que el lector opine por sí mismo.



(4) La clarividencia es mucho menos creíble que otras capacidades ficcionales del mentalista como la telepatía o la sugestión, siendo está última la más creíble de todas en el imaginario del profano.



(5) En realidad es un concepto puramente conductista que invierte el patrón de Pavlov.

Recordemos que en este experimento se hacía sonar una campanilla y luego se le daba de comer al perro que salivaba ante la comida. Tras unos cuantos ensayos, al final se hacía sonar la campanilla sin comida y el perro salivaba igualmente.

En el caso del ancla es al revés. Es una vez que se produce la respuesta cuando añadimos el estímulo (como si tocáramos la campanilla inmediatamente tras la presentación de la comida).

Luego, cuando luego volvemos a introducir el estímulo, se produce también la respuesta, aunque con menos intensidad que en el esquema de Pavlov

8 comentarios:

  1. Gracias, Mariano por la cantidad de detalles del gesto mágico. Es cierto que hay que creerlo incluso hasta rechazar a un espectador si no te transmite ese pensamiento e intentarlo con otro que realice ese esfuerzo para darle credibilidad. Esto me recuerda a Manolo Talman en el programa de Buenafuente, hay programas en los que el mago pierde el protagonismo y Buenafuente ironiza con el gesto mágico, ridiculizando y acentuando su incredulidad en que sea necesario tal concentración y gestos para que estalle el vaso.Que poco respeto hacia el trabajo de otros, es cómo si invita a un cantante y mientras realiza su actuación el tararea la canción.Es a lo que le ha acostumbrado Mag Lari a actuar con juegos interrumpiendo con gracias.
    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Buen artículo. Vamos por buen camino. En Cartoilusionismo tienes un artículo sobre PNL aplicada a la magia. El ejemplo del estuche y el "contacto inocuo" es lo que podemos llamar "espectro del truco" y el de tocar la baraja cuando todavía está dentro, como gesto mágico, manteniendo el "principio de conservación" en la carta al número y que posteriormente cuente el espectador, es el que uso en las conferencias.Se evoca en la mente del espectador una "reestructuración" en la baraja de la carta elegida, una imagen mental, sucediendo ya el efecto en su mente, que queda corroborado al contar (autoconvencimiento). Además, el gesto mágico suele ser generador de suspense o sorpresa al ser un desencadenante y suceder justo antes del efecto (si no habría anticontraste), luego tiene importancia como parte de la estructura dramática y en el lugar donde se ponga.Esto genera también grados de intensidad en el gesto, a nivel estructural y simbólico, dependiendo de la acentuación dramática, del fenómeno o del efecto, dentro de una secuencia.
    Buen tema.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  3. Siento no tener tiempo para hacer un comentario más amplio de este excelente artículo. Solo diré que para el Arte de las Cartas estoy elaborando el catálogo de pases mágicos y hay más de diez en las tres primeras unidades.
    Personalmente considero el pase mágico como una de las técnicas estructurales básicas para la composición de juegos

    ResponderEliminar
  4. Muy bueno el artículo, Mariano. Me gustaría abrir una ventanita que me sugiere tu entrada y darle vueltas a ver a dónde podría llegar. Pero como me gustaría juntarlas a otras ideas que me sugiere el último artículo de Luis García, quizás me anime y escriba un artículo completo al caso (mi primero).

    Un abrazo fuerte. Jaime.

    ResponderEliminar
  5. Al respecto del articulo, Derren Brown en su libro Pure Magic presenta el uso del ancla emocional en la magia, de manera similar a como aqui se expone, para que la potencia magica del efecto y de los siguientes efectos sea mayor.

    ResponderEliminar
  6. Querido Juanky, consultado el referido texto compruebo que efectivamente hay algo de similitud entre su idea y la del artículo.

    No obstante hay una diferencia importante. Lo que propone Derren Brown es establecer un ancla previa con algún gesto AJENO AL GESTO MÁGICO, como puede ser tocar a un espectador en el hombro, para luego, una vez revelado el efecto, AMPLIFICAR EL CLÍMAX volviendo a tocar el espectador del mismo modo y recreándole así la emoción que se le insinuó inicialmente.

    Lo que yo que planteo es que el ancla sea el GESTO MÁGICO EN SÍ. De modo que, cuando lo ejecutemos, ya se inicie en el espectador esa emoción INCLUSO ANTES DE LA REVELACIÓN DEL EFECTO, generándose incluso de este modo un ATISBO ascaniano a nivel inconsciente.

    En el caso del triunfo que describo es el aleteo de dedos (mi gesto mágico) el que ya está insinuando que va a tener lugar el efecto de ordenación (tal y como se asoció dicho en la presentación de Mary Poppins). El espectador (en el mejor de los casos) ya siente la emoción de la ordenación DURANTE EL PROPIO GESTO MÁGICO, un instante antes de presenciar el efecto. Es un atisbo inconsciente que además le da al gesto mágico un acento añadido que le viene bien para que comunique la trascendencia que debe comunicar.

    Gracias por seguirnos y por ese certero y relevante comentario.

    Abrazo.

    ResponderEliminar
  7. Gracias a vosotros por la vuelta de tuerca que le estais dando a la magia.

    Un abrazo

    ResponderEliminar