lunes, 2 de diciembre de 2013

Neuronas espejo y el gesto mágico - por Eduardo Coffman


En mi afán de buscar los porqués del funcionamiento humano no dejo de toparme con conceptos que constantemente están relacionados con la práctica del arte mágico. Hace ya unos años escuché acerca de las neuronas espejo, quizá uno de los hallazgos más importantes en neurociencia de las últimas décadas.


Para quién no haya oído jamás de ellas, son un subconjunto de neuronas más sofisticadas que las neuronas comunes y además, están más especializadas en el ser humano más que en cualquier otro animal. Su función básicamente es permitirnos ponernos en el lugar del otro y empatizar. Vernon Mountcastle junto a sus compañeros,  fueron quiénes las descubrieron, pero no es hasta 1990 cuando comienzan a tener relevancia para lo que vengo a contar.

El experimento clásico (y la forma en la que se descubrió por accidente) consiste en conectar a un chimpancé a una máquina que registre su actividad eléctrica cerebral (EEG), mientras que el experimentador realizar algunas acciones simples, como coger un objeto, comer un plátano, etc… Todos podemos entender que si uno mismo está realizando acciones, las áreas del cerebro relacionadas con esas acciones estén activadas en mayor medida, pero lo que pasó con el chimpancé es que se registraron los mismos niveles de activación en su cerebro a pesar de que no estuviese haciendo nada, tan sólo observar de manera pasiva como el experimentador ejecuta determinadas acciones.
Comparando a un ser humano con un chimpancé podemos ahondar más en el conocimiento de las neuronas espejo. Y así lo hicieron los investigadores, repitieron el experimento pero con una variación, en vez de realizar acciones, hicieron el gesto de hacerlas, la pantomima de coger un objeto imaginario de la mesa. El resultado fue la activación de las áreas motoras tanto en monos como en el ser humano, pero la activación fue mucho mayor en éstos últimos con respecto a los chimpancés.
Gracias a estos últimos resultados se pudo realizar una definición mejor de las neuronas espejo asignándolas unas series de funciones: capacidad de empatizar (como ya lo he comentado antes), y captar la conducta del otro en términos de qué, cómo y porqué.

Es debido a estas neuronas la capacidad que tiene el ser humano de entender una obra de teatro, un espectáculo de danza o un número de mimo. Y esto último, (el porqué) creo que es lo interesante con respecto a lo que nosotros nos incumbe:el gesto mágico. En una entrada anterior, la conclusión a la que se derivo fue que el gesto mágico debe ser contingente y congruente con el efecto mágico. Ahora se puede añadir que no sólo eso sino que además debe ser representativo y debe tener intención, de manera que el espectador pueda anticipar antes de ver el efecto que es lo que le viene encima. Cómo nos gusta cuando hacemos magia que el espectador anticipe qué es lo que va a pasar antes de que se lo anuncies: “No me digas que va a estar ahora en tu bolsillo”. No sabemos el porqué pero hay juegos que propician que ocurra esto más frecuentemente, quizá hay alguna acción nuestra que es captada por sus neuronas espejo de manera intuitiva y que nosotros no nos demos cuenta. Bueno, quizá con el gesto mágico, es una forma de controlar esto, hacerlo consciente y generar esa reacción cuando a nosotros nos interese. Recordemos el clásico gesto del agua y aceite, donde los dedos entrecruzados, se separan para que una mano quede por encima de la otra representando la disolución de las cartas negras y rojas. O la máquina del tiempo, cuando giramos la carta a medio introducir en la baraja en sentido contrario a las agujas del reloj, para retroceder segundos atrás cuando estábamos sosteniendo el as de picas. Hay muchos más ejemplos, pero simplemente he nombrado estos para tener una visión cercana (pues muchos hemos experimentado con estos juegos) acerca de la potencia de estos gestos mágicos. Como diría Gabi, ya vale de tanto “chasquidito”.

Por último me gustaría dejaros con un ejemplo práctico de cómo las neuronas espejo modulan nuestra forma de pensar, y de captar nuestras intenciones. Os voy a presentar dos imágenes abstractas, a las cuales hay que asignarlas un nombre. Yo te propongo que uses estos dos: KIKI y BUBBA. Tú decides a cuál le asignas cada uno de los nombres, no te demores mucho, hazlo de manera intuitiva, no hay respuestas malas ni buenas.



¿Ya está?

La mayoría de la gente asigna a la imagen de la izquierda (la azul) el nombre de KIKI, mientras que a la otra BUBBA. La explicación es bien sencilla, y quizá intuitiva. Las características físicas de las imágenes nos condicionan, por ejemplo, el nombre KIKI ya sea de forma visual (la K) o de manera auditiva (su fonología), nos genera una representación que encaja mejor con la figura azul mientras que BUBBA, por la redondez de sus B se empareja más fácil con la imagen verde.

Si tu las has nombrado del otra manera, tranquilo, no es signo de ningún desorden mental.

Me despido con una frase de Hume: “Las mentes de los hombres son espejos unos de otros”.

Referencias:

•García García, Emilio y González Marqués, Javier y MaestúUnturbe, Fernando (2011) Neuronas Espejo y Teoría de la Mente en la explicación de la empatía. Ansiedad y Estrés, 17 (2-3). pp. 265-279. ISSN 1134-7937

•Programa Redes. Entrevista a Marco Iocononi.

•Charla TEDX Ramachandran.




1 comentario:

  1. Estupendo Eduardo! Un enfoque interesante para ver cómo podrían ciertas representaciones simbólicas gestuales (en este caso), ser procesadas y asimiladas por nuestro cerebro. Un abrazo! (Vicente Mustieles)

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