La noche que perdimos la llave
La última vez que vi a Gabriel antes de que se manifestara su enfermedad fue en la Peza, en el primer encuentro organizado por Luis Arza.
Que lástima que la Peza no dispusiera de una infraestructura que permitiera mantener aquella historia. Y que pena que la historia no les interesase a los llamados magos, tan ocupados en sus trucos que se olvidaron de la magia.
Recuerdo que a altas horas de la madrugada no encontrábamos la llave para acceder a la habitación que en una casa particular se nos había designado. Y en el estado en que nos encontrábamos, eso era un problema serio, porque estábamos al pie del Mulhacén, en mes de enero, que es una forma de expresar que hacía un frío hermoso pero intenso.
Al día siguiente teníamos una conferencia que el destino decidió que fuese la última.
Yo hacía años que no veía a Gabriel, concretamente desde que rodamos en Santiago el documental “Magos como tu”. Fue Luis Arza quien decidió que estábamos de moda, cosa que nunca fue mas que una disculpa para organizar el evento en un lugar imposible.
Había mucha gente, mas de la que la Peza podía absorber.
Era la noche del viernes, el día del encuentro, de la toma de contacto. Las conferencias eran el sábado
Estábamos en uno de los dos pubs del pueblo, el mas próximo a la casa de Luis.
Gabriel se encontraba rodeado de un grupo de admiradores en una mesa de la planta de arriba, impartiendo su sabiduría mientras las horas de la noche iban cayendo una tras otra.
Lo vi en su momento de lucidez extrema. Sin duda los que estuvieron en aquella mesa fueron los afortunados que pudieron disfrutar de la experiencia única e irrepetible de compartir con Gabriel torrentes de magia .
Tal derroche de energía tubo como consecuencia que luego no encontráramos la llave para poder descansar del esfuerzo realizado.
Visto desde ahora, todo aquello parece un sueño, aunque Gabriel estaba convencido que era una realidad que se estaba produciendo y que había un interés, no solo aparente, por la concepción mágica que allí se estaba manifestando.
Y nada mas lejos de la realidad.
Gabriel solo compraba las últimas papeletas para acceder a su enfermedad, y todo aquello se desvanecía como el humo poco después, de la misma forma que se desvanecía el sueño de una sociedad que se había creído sus propios mitos.
Recuerdo a Gabriel allí, en aquella mesa junto a la ventana, copa tras copa, cigarro tras cigarro, apurando la noche con una baraja entre las manos como siempre, como siempre en el camino del filo de la navaja, como siempre manteniendo el equilibrio para no caer en el abismo que acecha al que se aventura a rebasar los límites.
Era fácil dejarse llevar por el susurro de la madrugada.
Era fácil creer que estábamos retomando el camino que iniciamos antaño.
Era fácil dejarse llevar por el embrujo de la sierra que no se ve pero se siente su respiración como la de un gigante dormido.
Era fácil creerse inmortales en aquella noche intemporal.
Pero en realidad nos estábamos engañando.
Perder la llave, o no haberla tenido nunca, fue la forma que eligieron los duendes burlones para decírnoslo.
Al día siguiente en las conferencias, especialmente por la tarde, la noche pasó su factura. Es que Gabriel no prepara las cosas, se oyó comentar como explicación a algunos fallos y ciertos despistes. No, no es eso. Aquí nadie quiere poner el dedo en la yaga: luchar contra la noche tiene un precio, sea cual sea el método empleado.
Y si la droga dura es el alcohol, sean cuales sean las blandas de acompañamiento, la factura incluye una enfermedad de la que es muy difícil salir.
Ya he comentado en otros escritos que Gabriel estaba muy ilusionado en retomar la magia y por poco se enfada conmigo cuando intenté bajarlo de la nube en la que estaba, así que le propuse dos cosas: que grabase los juegos y que preparase el guión de la conferencia para darla en Zaragoza. Mientras yo pensaba sacar el Arte de las Cartas.
Gabriel nunca grabó sus juegos y Zaragoza, que yo sepa, jamás se interesó por su conferencia.
El Arte de las Cartas salió cuando ya Gabriel había enfermado y su recorrido acabó pronto.
La utilización del ilusionismo como camino para llegar a la magia, iniciado a partir del manifiesto de la Escuela Mágica de Madrid del 72 había concluido.
Se acabó la noche que perdimos la llave.
El resto solo fue organizar el repliegue para que el desastre no fuese total.
Domingo 12 abril de 2015