miércoles, 2 de febrero de 2011

La Magia comor reflejo de lo Real - por Luis García

LA MAGIA COMO REFLEJO DE LO REAL


I. LA METÁFORA DE LA MALLA DE WITTGENSTEIN

1. Para Wittgenstein (Tractatus logico-philosophicus) el mundo es todo lo que acaece, es decir, la totalidad de los hechos. Y como la totalidad de los hechos determina lo que sucede y también lo que no sucede, el mundo que da definido por ser precisamente esa totalidad. Sentir el mundo como un todo es lo místico, la percepción del mundo como lo Real en si.




2. Nosotros nos hacemos figuras en movimiento de los hechos. Fuera de la dialéctica de la Figura y el Movimiento, inaugurada por Descartes, la Realidad es inimaginable. Nuestro pensamiento racional nos proporciona una figura lógica del mundo, es decir, un cierto modelo de lo Real. La lógica no es, por tanto, una doctrina o una teoría, sino un reflejo del mundo de carácter trascendental.

3. La investigación de la lógica significa la identificación de toda regularidad y fuera de la lógica todo es casual. Las leyes físicas de la Naturaleza nos proporcionan una descripción del mundo, una cierta aproximación a lo Real, cuya trascendencia queda fuera del pensamiento racional.

4. Imaginemos una superficie blanca con manchas negras irregulares. Cualquiera que sea la figura resultante puedo aproximarla, tanto como quiera, si cubro la superficie con una malla reticular suficientemente fina diciendo de cada cuadrícula que resulte si es blanca o negra. Habré reducido así la descripción de la superficie a una forma unitaria. Esta forma es arbitraria, pues hubiese podido aplicar con igual éxito una malla con aberturas triangulares o exagonales.

5. A las diferentes mallas corresponden diversos sistemas de descripción del universo. Las leyes de la física proporcionan los ladrillos para construir el edificio de la Ciencia y dicen: cualquier edificio que tu quieras levantar lo debes construir siempre con estos y solo con estos ladrillos. Y lo mismo que con el sistema de los números se debe poder escribir cualquier número, con la leyes fundamentales se debe pode expresar cualquier proposición de la física.


6. Ahora bien, que una figura como la citada se pueda describir de una forma dada, no dice nada sobre la figura misma. Las leyes fundamentales de nuestro pensamiento racional, principio de identidad, ley de causalidad, etc., tratan únicamente de la malla y no de lo que la malla describe. Tal descripción no afecta para nada al modelo que se describe.

7. Es claro que no hay ningún fundamento para creer que realmente suceda el acontecimiento más simple, ya que la inducción, base del método científico, consiste en admitir la ley más simple que puede armonizarse con nuestra experiencia y no tiene, por tanto, fundamentación lógica sino psicológica.

8. ¿Y no el Mago quien, conociendo los agujeros de esa invisible malla puede pasar del mundo de la descripción al mundo de lo Real que se describe, del mundo del reflejo al mundo del Modelo reflejado?

9. En frase lapidaria Wittgenstein nos muestra la incertidumbre radical del pensamiento racionalista: “que el sol amanezca mañana es una hipótesis, y eso significa que no sabemos si amanecerá”. Y concluye: “el mundo es independiente de mi voluntad”.

10. Pero es con su voluntad con la que el Mago sostiene el mundo. ¿Cómo sería la malla del Mago?. Wittgenstein, desde su lógica, intuye la respuesta cuando afirma: “si la voluntad cambia el mundo, solo puede cambiar los límites del mundo, no los hechos. No aquello que puede expresarse con el lenguaje”.

11. ¿Y no es precisamente lo que no puede expresarse con el lenguaje lo que los magos queremos comunicar?. ¿No sería la Magia el intento de hacer una descripción no racional del mundo?. ¿No se manifiesta en la contradicción lógica de cada efecto mágico una idea, un cierto aspecto de lo Real, que solo la sutil malla del mago permite vislumbrar?.



II. LOS TRES ACCESOS AL SER

Desde hace más de 5.000 años la ciencia de los mitos y el esoterismo mágico afirman que solo son posibles tres vías de acceso a lo Real: Si existe una Coherencia (Huevo o Esfera), una cierta verdad puede circunscribirla. Si se presenta como un Modelo, una cierta fidelidad puede suscitar su imagen. Si se halla en estado de perpetua Creación, una cierta pasión armónica puede concurrir a la obra universal.

Estos tres campos de visión, a los que se refieren todos los planos del universo, pueden denominarse la Verdad, el Bien y la Belleza, según Platón; o el Padre, el Hijo y el Espíritu, según el esoterismo cristiano; o el imperio de Brahma, el imperio de Visnú o el imperio de Siva; o el Yo, el Tu y el El, según Tayfur. Y cada uno de estos planos excluirá a los otros dos.

A nosotros la formulación que nos parece más próxima es la de Platón y la explicación más precisa es la del mitólogo Jean Charles Pichon en su monumental obra “el hombre y los dioses”:

1. En el plano de la Verdad solo puedo razonar los actos y las cosas. Todo lo que existe se ha convertido en Yo. Se lo que es justo o cierto, pero no deseo hacer que lo injusto sea justo o que lo falso sea verdadero. No sufro por ello puesto que mi ciencia es suficiente y mi felicidad reside en mi fe completa en la ley que debo creer verificada universalmente. De este asilo que llamo Verdad puedo juzgar sin error lo que no está en Mi. De este modo me importan no el Blanco sino el Rito que fortifica mi creencia y me aísla en mi mismo; no la Devoción sino la Inspiración; no el Reflejo sino el Conocimiento; no el Amor sino la Ley.

2. Si amo u odio, no actúo conscientemente, sino que es como si algo actuase sobre mi. No veo el fracaso o el éxito, sino que trato de llegar hasta el final de mi amor o de mi odio, hasta la abolición de Mi en Ti. Si soy un Lancero tu eres el Blanco. Todo lo que haces, todo lo que dices llega hasta mi. Mi razón puede convenir lo contrario pero no por ello aplacará mi ansia, ya que los únicos componentes de este plano de visión son la Flecha y el Espejo, la Compasión y el Amor. Es el mundo de la devoción, de la devoración, donde todas las existencias se polarizan: es el plano del Bien.

3. Por último está el plano de la sensación, donde la contemplación y el entendimiento no acceden. Debería ser el de más fácil definición por ser nuestro plano más cotidiano, pero hemos conseguido alterar nuestros sentidos hasta tal punto que nos es difícil distinguir entre lo que experimentamos y lo que deseamos experimentar, entre lo que vemos y lo que imaginamos ver. Se ha llegado a decir que la sensación es lo único verdadero cuando precisamente el mito de la Verdad no puede llegar a ella. Decir que es el único universo real tampoco lo define ya que mis desacuerdos entre mi mundo exterior e interior o las alegrías y desesperaciones del amor pasional no son menos reales. Se trata de una tercera captación de la Realidad tan fragmentaria y relativa como las otras dos. Es el plano de la Belleza.


Según esta clasificación, la concepción mágica del mundo se mueve en el plano del Bien, uno de cuyos componentes es el mito del Espejo o del Reflejo, encarnado en el signo zodiacal de Géminis.

Los Divinos Hermanos, nacidos del Huevo de Oro que al fin se escinde o rescatados del Árbol por la Gran Diosa, triunfan universalmente hacia el milenio VI antes de Cristo y los Magos se imponen sobre los Sabios, guardianes del Conocimiento y servidores de la Sabiduría.

De esa época proceden las máscaras, las danzas rituales, el simulacro, la momificación, consecuencia de la creencia en el Doble. Más allá de los círculos inmutables del Saber, una nueva forma de ver el mundo se les revela a los hombres. Un mundo del que este es tan sólo un reflejo, una apariencia, una sombra del verdaderamente Real que los Magos tienen el poder de suscitar.

Pero para poder expresar la metafísica de esta concepción del mundo hacia falta que el espíritu del Sabio y del Mago confluyeran en el genio de Platón.


III. EL MITO DE LA CAVERNA

En uno de los textos más bellos de la literatura universal, Platón nos describe la relación entre ambos mundos, El Modelo y su Reflejo, Lo Real y lo Aparente, El mundo de la Luz y el mundo de las Sombras (República VII)

Imagínate una especie de cavernosa vivienda, le dice a Glaucón, que dispone de una larga entrada para la luz a todo lo largo de ella y figúrate unos hombres que se encuentran ahí desde la niñez, atados por los pies y el cuello de tal modo que deben permanecer en la misma posición y mirando tal solo hacia delante, imposibilitados como están por las ataduras de volver la vista atrás. Pon a su espalda la llama de un fuego que arde sobre una altura a distancia de ellos, y entre el fuego y los cautivos un camino situado en alto, flanqueado por un tabique semejante a las mamparas que se colocan entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben sus maravillas. Observa ahora, a lo largo de esa pared, unos hombres que llevan objetos de todas clases sobresaliendo sobre ella. Unos irán hablando y otros no.

Ahora bien, los prisioneros, semejantes a nosotros, solo han visto las sombras de los objetos proyectadas por el fuego sobre el pared de la caverna que está frente a ellos. Es natural que convinieran en dar a las sombras que ven los nombres de las cosas. Incluso creerán que son las propias sombras las que hablan. Esos hombres tendrían que pensar que lo único verdadero son las sombras.

Platón nos describe ahora qué ocurriría si uno de los prisioneros, liberado de las cadenas, fuese conducido desde las sombras de la caverna a la luz exterior.

¿No crees que tendría gran dificultad y que juzgaría las cosas vistas anteriormente como más verdaderas que las que ahora se le muestran?. ¿No sentiría sus ojos doloridos y trataría de huir, volviéndose hacia las sombras que contemplaba con facilidad y pensando que son ellas más reales y diáfanas que todo lo que se le muestra?. ¿No tendría los ojos hartos de tanto resplandor, hasta el punto de no poder ver ninguno de los objetos que nosotros llamamos verdaderos?.

Y una vez adaptado, cuando al fin consiguiese mirar de frente al sol, ¿qué ocurriría cuando recordase su primera morada y la ciencia de las sombras de sus compañeros de prisión?. ¿No se regocijaría con el cambio y compadecería la situación de aquellos?. ¿Qué podrían importarle los honores, alabanzas o recompensas que se concedían en la caverna al demostrar más agudeza en la contemplación de las sombras que pasaban?. ¿Qué envidia podría sentir?

Por último Platón extrapola la metáfora, haciéndonos prisioneros de una metacaverna, que vendría a ser el mundo que nos rodea.

No te equivocarás, dice, si comparas esa subida al mundo exterior y la contemplación de las cosas que hay en él, con la ascensión del alma hasta la región de lo inteligible.

Lo último que se percibe, aunque ya difícilmente, en el mundo inteligible es la idea del Bien, idea que, una vez percibida, permite afirmar que es la causa de todo lo recto y hermoso que existe en todas las cosas. En el mundo visible ha producido la luz y el astro señor de esta, y en el inteligible la verdad y el puro conocimiento.

Dos mil cuatrocientos años después, nadie ha conseguido demostrar que Platón estuviera equivocado.



IV. LA MAGIA COMO REFLEJO

Cabe concebir cualquier efecto como el reflejo instantáneo de una cierta realidad mágica, cuya percepción como inequívocamente real, produce una sensación específica: al menos, durante un cierto instante, una concepción mágica del mundo se ha impuesto sobre la descripción habitual del espectador.

Podemos incluso insinuar la idea mágica de la que el efecto es solo una representación más o menos imperfecta, incluyéndola explícitamente en el guión del juego. Llamaremos a este guión metafórico para distinguirlo del guión técnico que viene condicionado por las técnicas estructurales.


Santiago, luna de enero de 2011

1 comentario:

  1. En nuestras manos está, que aunque sea solo por unos instantes mágicos, las realidades converjan y dejen de ser absolutas. Quizá por esos instantes ya valga la pena ¿no? y sigamos algo más renovados.
    Curiosamente, soy géminis y siempre me he identificado con eso je,je.
    Gracias Luis por inspirarnos. Tengo ganas de compartir y comentar contigo el trabajo sobre la Experiencia Mágica.
    ¡Abrazos!

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