sábado, 15 de octubre de 2011

Efectos primigenios - por Mariano Vílchez



En un comentario a un artículo reciente, Luis Arza me contaba que,  a pesar de que una actuación de globoflexia no era especialmente mágica para los adultos, sí que era lo sin ninguna duda  para los niños.

A poco que reflexioné tuve que corroborar la idea. Y es que la sensación que a los niños tiene que darles la posibilidad de moldear un material que suele estallar a la más mínima tensión y, no sólo moldearlo, sino transformarlo en espadas, perros y otras sorprendentes formas no tiene por menos que ser muy mágico para ellos.

Y sin embargo,  para un adulto, la globoflexia, por más que siga despertando cierta curiosidad en él,  ha perdido, si no toda, al menos gran parte de su carácter mágico.

Ello me llevó a la siguiente pregunta.

¿Qué es lo que se percibe como mágico en la infancia y cómo evoluciona esa percepción en la edad adulta?

¿Por qué ciertas cosas que en la infancia entran en la categoría de lo mágico salen de ella  al llegar a la edad adulta?

Y es que, en la más tierna infancia, todo es mágico y fascinante. Desde un globo que se moldea para transformarse en una figura inesperada hasta una pompa de jabón que se suspende en el aire.

Dicen que esta condición de la fascinación por ciertos fenómenos dura hasta los seis o siete años. A partir de ahí intervienen otros factores que van desproveyendo tales maravillas de su carácter mágico.

Recuerdo de pequeño mi fascinación por las pompas de jabón. Aún hoy, puedo visualizar perfectamente su materialización imposible en el salón de mi casa de Albi (Francia), casi cuarenta años después.

Un primo mío había traído un botecillo pompero a casa y se había puesto a soplar a través de lo que para mí era una varita mágica con aro. Sólo tenía cinco años y mis atónitos ojos presenciaron, en aquel fenómeno, la mayoría de los efectos clásicos de la magia: la aparición de las pompas, su suspensión, el vuelo e incluso la desaparición cuando intentabas tocarlas.

Creo sinceramente que es el recuerdo de estos efectos primigenios lo que hace que sean tan entrañables esos números de magia donde se vuelve a elevar a la categoría de efecto tales asumidos fenómenos. Me vienen ahora a la mente ahora las fabulosas pompas de Finn Jon y la maravillosa magia de globos de Jean Philippe.

En la infancia casi todo es mágico, la luna que nos sigue por la calle, un arcoíris tras la lluvia y  esa inesperada estrella fugaz en la noche.



De adultos, aún podemos experimentar ocasionalmente tales momentos mágicos bajo una noche estrellada, o ante un amanecer al borde del mar. Podemos hacerlo como reminiscencia de nuestra infancia y del hombre primitivo que fuimos, pero ya no es lo habitual. Tales fenómenos han perdido ya gran parte de su carácter mágico.

Hoy en día las pompas de jabón me dejan indiferente.

¿Por qué entonces estos efectos primigenios que tanto nos impactaron de pequeños llegan a perder buena parte de su carácter mágico en la edad adulta?

Antes de contestar a esta pregunta, conviene establecer un esbozo de lo que puede ser la definición de efecto mágico, de modo que nos apoyemos en ella a la hora de delimitar los diferentes factores en juego.

Un efecto mágico es un fenómeno causado por una causa determinada (mago, ilusionista…) que suele ser efímero, de una duración limitada y de carácter inesperado o sorpresivo. Además parece imposible e inexplicable tanto en el mismo momento en que se percibe como cuando se rememora a posteriori.  

Repitamos de nuevo la pregunta.


¿Por qué los efectos primigenios que tanto nos impactaron de pequeños llegan a perder buena de su carácter mágico en la edad adulta?

Creo que influyen los siguientes factores.



1. Nos los explicación científicamente y entendemos por qué funcionan.

Esto se carga la componente “inexplicable” de la definición.

Entendemos que un arcoiris es el resultado de la difracción espectral de la luz, que el sol sale y se pone porque la tierra gira sobre sí misma. Algunos científicos incluso han estudiado la compleja estructura de moléculas y tensiones que definen una pompa de jabón.

Y en la magia sucede lo mismo. En el tiempo del mago enmascarado, muchos espectadores van a los espectáculos de magia conscientes de que todo es truco y dispuestos a analizar todo cuanto allí suceda. Y si algo se les escapa, a la salida del show acuden a youtube en busca de la explicación del truco que se les resiste.


Recuerdo una tertulia con amigos posterior a una gala de magia. Aluciné cuando el coloquio empezó a girar a torno a cómo se habían hecho los milagros que habíamos presenciado (sospecho, además, que estos coloquios son habituales entre la gente tras un show de magia).

Entre todos empezaron a analizar los distintos efectos y, lo que es peor, acertaron en todos sus supuestos.

Yo por supuesto iba negándolo todo con astutos y taimados argumentos. El caso es que, de un show de dos horas, lo único que no se explicaron fue esa mano vacía que no paraba de producir cartas, esas tres cuerdas que pasaban de desiguales a iguales (y viceversa) y aquel baúl suspendido desde el principio de la gala que al final resulta que contenía una predicción de todo lo que había ocurrido durante la misma. Todo lo demás había sido desmontado con una precisión asombrosa.

Y es que cualquier tinte de explicación científica o técnica puede cargarse la atmósfera mágica.

Recuerdo una ocasión donde hice para unos amigos una ingeniosa carta al número que preparé con mucha ilusión. Para aderezarla se me ocurrió usar papel flash. En una especie de ritual, la persona que había nombrado la carta, lo hacía con la bola de papel flash en la mano y luego se lo pasaba al que tenía que decir el número. Entonces yo prendía el papel flash y lo lanzaba a la baraja, deshaciéndose por el camino. A continuación se comprobaba que la carta estaba en dicha posición.

Se creó un clímax mágico  maravilloso, hasta que un amigo farmacéutico comentó que sabía cómo iba lo del papel flash, que por su formación química conocía su posible  fórmula. Fue decirlo y en ese preciso momento, por el simple asomo de explicación científica, todas las caras fascinadas se recompusieron. En un segundo se esfumó toda la atmósfera mágica. Ya no importaba la imposibilidad de que una carta nombrada hubiera pasado a una posición elegida. Sólo importaba el puñetero papel flash que ya se sabía por qué ardía así.

Para una vez que se me ocurre usar papel flash…



2. No sabemos o no entendemos la explicación pero sabemos que está


Yo no sé exactamente como funciona la tele. Más de una vez me han explicado su funcionamiento básico pero nunca me ha importado realmente. Lo único que me importa es que sé que hay explicación.  Por eso, el milagro que es, en realidad, el poder ver en una pantalla un partido de fútbol que está sucediendo en algún lugar del mundo en ese mismo instante ya no tiene absolutamente nada de mágico para mí. Sé que hay explicación y punto.

En la magia sucede lo mismo. Hay espectadores que siempre adoptan la misma actitud ante el asombro.


¡Algún truco tiene que tener, joder!

Yo sé que hay truco. No sé cual pero lo hay.

Con ese pensamiento logran no dejarse arrastrar por la penumbra del misterio. Aún cuando su racionalidad no les permita encontrar un método, saben que existe. Algunos llegan  incluso a pasarse luego horas y horas en Internet a la caza y captura del truco.

Con ese tipo de espectadores no lo tenemos fácil. Afortunadamente son una minoría. Su tratamiento es un reto que a veces me ha sacado de quicio en las actuaciones. Algunos compañeros magos me reprochan mi ambición (fruto de un exacerbado ego, según ellos) de querer meter a la fuerza a todos los espectadores dentro de la burbuja mágica. Me dicen que acepte que hay gente que nunca se dejará llevar nuestros planteamientos.  

Quizás mis colegas tengan razón y sea cuestión de ego. El caso es que no me acabo de resignar en tal pretensión.



3. Nos acostumbramos a ellos.

Sabemos que amanece. Hemos visto miles de pompas de jabón. Estamos acostumbrados a encender la tele y a presenciar su sorprendente y portentosa capacidad de producir imágenes que asumimos como reales.

Ya desde muy pequeño, el niño percibe con normalidad la avanzada tecnología de su tiempo, y lo hace contagiado por su padre, quien le da ejemplo al manejarla con esa normalidad de lo asumido, como si tales prodigios hubieran existido desde siempre.

Como afirmamos en la definición, un efecto suele ser transitorio y efímero, además de sorprendente e inesperado. Y tal y como se vio en el artículo de La magia y el asombro, la costumbre es la gran enemiga del asombro.  

Y en magia sucede lo mismo. Gran fuerza de la magia radica en la baja probabilidad que existe de que asistamos a un juego en cuestión (dicen que la mera probabilidad de asistir a una actuación de magia cerca en vivo es de 1.6 veces en toda una vida).

Sin embargo, si presenciáramos un mismo juego varias veces en varios días consecutivos, probablemente llegaría a perder toda su fuerza o parte de ella. Y ello por varias razones. Entre ellas:

1. Llegaría a ser analizado y comprendido. Dejaría de ser inexplicable tal y como dice nuestra definición.

2. Incluso si su construcción resistiera el análisis, el haberlo visto en tantas ocasiones lo irían desproveyendo de su carácter sorpresivo y efímero, lo que lo convertiría en mero puzzle.

Otra cosa distinta es asistir a la repetición de un efecto en un mismo juego que se hace en una ocasión concreta,  como sería el caso de una carta ambiciosa.

Aquí sólo se darían las repeticiones previstas por la construcción del juego. Y éstas irían ganando en fuerza y claridad, por darse en condiciones distintas y cada vez más difíciles. Además se irían cancelándose los métodos usados en cada subida durante toda la rutina.



4. Duran demasiado

Si los efectos durante demasiado, también se cumple, de algún modo, el punto anterior, es decir que nos vamos acostumbrando.

Aquí entraría en juego el aspecto de “duración limitada” incluido en la definición.

Podemos vivir un momento mágico primigenio si, por ejemplo, nos tumbamos con una pareja reciente a lo alto de un monte, en el preciso momento de atisbar el cielo estrellado. Durante unos instantes incluso podemos alcanzar el éxtasis y llegar a tener la sensación de fusionarnos con el cosmos.

Pero si siguiéramos mucho rato en tal posición, pronto dejaríamos de prestarle atención a las estrellas y nos concentraríamos en el frío que hace o en las ganas que tenemos de llegar al albergue para consumar el acto amoroso que secretamente anhelamos.

En magia sucede lo mismo. Una vez que se ha producido el efecto, poco a poco, conforme van pasando los minutos, éste se va diluyendo.  La  separación de un Fuera de este mundo impacta mucho en su revelación. Pero si les insistiéramos a los espectadores para que siguieran valorando el efecto minutos después de haya tenido lugar, se llegaría a producir un cierto anticlimax.

El efecto ya sucedió y no se puede seguir vendiendo. Sólo en su memoria, podrá el espectador seguir alargando su existencia, si es que realmente el juego llegó a calar en él de un modo más profundo. Cuando se da este especial calado de un efecto, suele suceder por tres razones fundamentales.

1. Porque el juego apeló a su sensibilidad particular y/o a alguna experiencia personal profunda.

2. Porque sigue siendo inexplicable una vez que lo ha presenciado. En otras palabras el juego está realmente blindado a todo tipo de análisis.

3. Por haber calado en él a un nivel muy profundo (simbólico o metafórico).


Finalizo el artículo planteándome unas preguntas finales con vistas a sacarle alguna aplicación pragmática al artículo.

¿Cómo podemos volver a experimentar la magia en la edad adulta en un mundo racionalista y sobre informado?

¿Cómo llevar a una adulto en pleno raciocinio a esa inocencia inicial donde tenían sentido los efectos primigenios?

¿Cómo recuperar esa mirada prístina de la infancia donde todo es fascinante y milagroso?

En realidad creo que no se puede volver atrás. Una vez que se pierde la inocencia, es algo irreversible. Es como un mago. Nunca podrá volver a sentir la inocencia primigenia de un profano. Puede llegar a tener experiencias mágicas puntuales pero ya ha perdido la fascinación por la mayoría de los juegos que presencia por razones de rutina, costumbre y conocimiento.

Otra cosa es que existan ciertos factores que nos pueden ayudar a que el espectador adulto y sobre informado de nuestros días pueda llegar a experimentar momentos mágicos en toda regla.

Los factores que voy a enumerar NO TIENEN PORQUÉ EXCLUIRSE NECESARIAMENTE UNOS A OTROS, sino que pueden combinarse y reforzarse entre sí.  Ahí va estos cuatros factores.


1. Potenciar lo lúdico, el juego y la diversión, aspectos claves de la infancia.

¿Cuantas veces en los espectáculos de Tamariz hemos visto este afán de crear esa jocosa atmósfera de diversión y guasa, sembrada de bromas pueriles e infantiles.

¡Qué esto es pa pasarlo bien chiquillo!

Esta atmósfera conlleva una cierta regresión a la infancia, idea que el propio Tamariz ha expresado como estado mental deseable a la hora de asistir a un espectáculo de magia.

Marc Salem también potencia esta actitud jocosa de enfoque lúdico en su particular enfoque del mentalismo, como oposición al enfoque serio tradicional,  más propicio a generar retos intelectuales en los espectadores.

Y es que un ambiente de juego, de humor y de sana diversión pueden facilitar que los espectadores se dejen llevar por el mago en sus propuestas de asombro, dejando como consecuencia de lado su natural actitud analítica.



2. Encontrar presentaciones que enganchen la imaginación del espectador.

Se trata de enredar la racionalidad del espectador, planteándole una ficción (concepto de Gabi) o idea motora consciente sugerente, desde la cual percibir el conjunto del juego.

La idea puede ser poética, seudocientífica, lingüística, matemática, filosófica o lúdica. Esta maravillosa y continua misdirection en segundo grado, que es lo que en realidad es la ficción consciente, aspira a seducir a los espectadores desde el principio del juego y contribuirá, por un lado, a estimular su imaginario (con lo que regresan de algún modo a la infancia) y, por otro, a desactivar su aparato analítico (menos activo en la primera infancia).

Y es que, mientras un efecto se puede cuestionar racionalmente, no sucede así con una idea seductora que, una vez sembrada,  no se puede ignorar ni rebatir tan fácilmente.



3. Blindar nuestros juegos ante el análisis más pertinaz.

Si el espectador de nuestros días está sobre informado, entonces nosotros tenemos que ir por delante y optimizar la construcción de nuestros juegos, estudiando y aplicando con inteligencia los conceptos estructurales ascanianos y toda la teoría mágica que se nos ponga por delante.

Ante un espectador analítico que asista, por ejemplo, a una sesión de Daortiz, no hay mago enmascarado ni youtube que valga. El grado de sofisticación de la magia realista de Dani lo hará añicos sin duda alguna a nivel racional.

Está claro que no basta romper a alguien racionalmente para que llegue a vivir una experiencia mágica totalizadora, pero ayuda bastante. No podemos dar tregua en este aspecto. Es cierto que tenemos que buscar vías seductoras y positivas por las que conducir al espectador, alguna de las cuales citamos aquí de pasada, pero sin olvidar que nunca se puede dar tregua a la racionalidad de los espectadores.

La magia es, de entrada, imposibilidad y luego valgan los distintos enfoques que queramos o podamos adoptar.

El niño abre los ojos redondos ante el efecto primigenio porque siente que lo que ve es, de algún modo y hasta donde le llega su racionalidad, imposible.


4. Apelar al inconsciente y a su lenguaje simbólico.  

Se sabe que el lenguaje simbólico es el primero que manejan y entienden los niños en la primera infancia. Algunos autores sostienen incluso que ya se da en el propio vientre de la madre, como lenguaje primigenio y antecesor del lenguaje verbal que se le transmitirá más tarde.

Posteriormente este lenguaje simbólico se irá asimilando e reinterpretando mediante la transmisión del lenguaje verbal consciente, por vía de los primeros juegos y canciones y, sobre todo, a través de los primeros cuentos de hadas que el niño escucha de sus padres, cuentos que, además de una atrayente estructura narrativa, cuenta con un mensaje simbólico profundo muy poderoso.

Por otro lado, en sus primeras manifestaciones lúdicas, el niño ya manifiesta una capacidad metafórica sin límites. Cuando juega, unas tijeras abiertas pueden simular una bicicleta en su imaginario, llegando realmente a serlo. Asimismo una escoba puede simbolizar (y llegar a ser de verdad) un caballo del oeste americano.

En realidad, el lenguaje simbólico o metafórico  sigue ejerciendo su influencia en la edad adulta. A diferencia de la ficción que es, por necesidad y definición, consciente, lo metafórico es inconsciente. Esta es la razón de su desconocimiento y de la poca importancia que se le da en la vida cotidiana.

De cualquier forma, la magia metafórica que es de lo que trata este punto es otra forma potente de rebasar la racionalidad y la tendencia analítica del espectador, al tocar temas muy profundos y claves en su vida.

Este enfoque, aplicado de forma más o menos consciente a lo largo de la historia de la magia, ha sido estructurado y hecho consciente por el trabajo de nuestro Luis García.












7 comentarios:

  1. Cómo siempre muy bueno y entretenido los temas que planteas en tus artículos Mariano.
    Dices que ya no te sorprende una pompa de jabón y que no la ves mágica, pues utiliza la magia para que tenga caras cuadradas o que salga de color opaco...
    Gracias por ofrecernos tus trabajos.Saludos

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  2. Claro, Paco. Es lo que comento en el artículo, el convertir ese efecto primigenio de nuevo en fenómeno mágico mediante alguna variación o efecto añadido (cambio de color, de forma, coloración de humo y conversión a bola de cristal) vuelve la pompa tan mágica como lo era en la infancia.

    Y eso es especialmente entrañable.

    Un abrazo y hasta el fin de semana que viene.

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  3. Saludos a todos! Antes de nada decirte que comparto muchas de las cosas que enumeras en tu articulo…en lo que quizá diferimos un poco es en el enfoque,o quizá no…para mi el problema de la magia realista que tantas veces hemos enumerado no se queda en un limite conocido y visible…abarca muchos aspectos de nuestra vida y de la sociedad en general. Como no, los niños son quizá las primeras victimas de todo este sistema racionalista…muchos hemos visto imágenes de fanáticos inculcando a sus niños sus ideas fanáticas y como los niños las defienden a capa y espada…

    Pero vayamos por partes, que no quiero abrir debates paralelos…para mi modo de ver la magia metafórica es aplicable a la magia en general y a la vida en particular, puesto que estamos hablando de Magia con mayúsculas. Por lo tanto también debería haber una magia metafórica infantil…dejarme que me explique…considero que la frustración del engaño ya se nos inculca desde pequeños es ahí quizá donde nacen algunas raíces . Imaginemos a ese niño mirando el caramelo que se guarda en una mano, sopla y desaparece…una y otra vez saliendo de sitios cada vez mas “originales” la oreja,el codo,el sobaco…llega un momento que el niño acepta su derrota y se decide por asumir que ese hombre es mago por que hace cosas que no puede comprender….y la pena es que realmente quiere creer en la magia….por que por alguna razón su mente le otorga rasgos mágicos a cosas que a veces lo son…( como la luna,o las estrellas ) cuantas veces no habremos visto el gesto de “ hazselo a él “ señalando al amigo mas cercano como teniendo la necesidad de no ser el único engañado…si prescindiéramos del truco también en esas edades quizá no ayudaríamos con mas ladrillitos a levantar el muro del racionalismo, hablas de la magia de magos realistas… quizá ahí diferimos nuevamente en el enfoque…basar la línea escénica en romper la lógica del espectador puede ser muchas cosas pero no magia real, sin efecto metafórico no hay magia….dicho de otra forma el misil se puede dirigir a muchas partes yo prefiero dirigirlo a la conciencia en vez de dirigirlo al intelecto…. La sensación de que te engañen esta bien…pero un ratito…usando tus palabras estamos muy acostumbrados….el familiar de turno con el dedo que se lleva la nariz cuando casi empezamos a saber andar…el ratoncito Pérez los reyes magos duran los primeros años de nuestra vida…pasando por un abanico de mentiras sociales….incluidos los años que nos engañan los políticos mientras les dura el permiso para hacerlo…

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  4. Volviendo a la infancia...seria quizá diferente ( me lo invento sobre la marcha )contarle al niño que un cochecito de juguete que nos a regalado mamá lo estamos paseando todo el día para arriba y para abajo…a lo largo del día me porté mal ( y el cochecito desaparece ) no sabia que hacer….pensé en darle un beso a mama y prometerle que me portaría bien ella sopló igual que me sopla en las heridas ( y el cochecito aparece ) mira! Toma es para ti pero recuerda…debes portarte bien… no se, no me apalees por el ejemplo es para que veas por donde voy….salir un poco de lo pongo en la mano soplas y zas! Ya no esta! evidentemente tendría alguien que trabajar bien el tema, investigar escribir…para eso estamos!! Como sabes muchas culturas tradicionales han dado una importancia máxima a la infancia ( me viene a la cabeza ese grupo de niños que viajaban con el maestro a un desierto para quedarse con el a recibir enseñanzas y volver preparados ) o los ritos de paso de una etapa a la otra….no se…quizá me equivoco pero siento profundamente que a los niños es fácil engañarles pero muy difícil ilusionarles, viven en la magia pero quizá se cansan del engaño…les provocamos una lucha entre sensaciones, la de vivir el engaño y la de la euforia de encontrar el truco y mucho me temo que eso persiste luego en el tiempo. Y para terminar ( puesto que da para largo este debate que abres….) decirte que a mi modo de ver la solución a tus preguntas es una: Magia metafórica, ilusionismo de 2º grado….nunca pensé que con mi edad volvería a escuchar el cuento de la bella durmiente con los oídos, los ojos,los sentidos emocionados de un niño…. ( J.M )

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  5. Añado, aunque he visto que no hay respuesta... que en el efecto ( aunque fue escrito sobre la marcha cada vez me gusta menos! ) que habria que tener en cuenta las edades del niño...

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  6. Querido tertuliano anónimo, no te he contestado antes para que los seguidores de tertulias tuvieran tiempo de reflexionar un poco sobre las ideas que nos expones en el amplio e interesante comentario que nos ofreces.

    Tocas muchos temas a la vez, algunos muy interesantes.

    Me interesa ese enfoque de la magia infantil que planteas y me gustaría que lo clarificaras y ampliaras un poco más, quizá en algún artículo de este blog.

    En cuanto al tema del enfoque realista, no se trata de que yo personalmente sostenga dicho enfoque. Lo que quiere decir es que tenemos que aprender de él en lo que se refiere a la solidez de la construcción de los juegos, en busca de esa imposibilidad irrenunciable que tiene que suponer toda magia.

    En nuestro arte, no se puede lanzar un misil a la conciencia como dices, si no se ha derribado previamente el intelecto con otro misil previo.

    El propio Luis García lo indica en El arte de las cartas:

    "Este propósito (despertar la conciencia del espectador) representa la cumbre de la estructura escénica y se plasma en lo que he llamado el efecto metafórico, que es como la flecha cargada "con la energía del intento", que se lanza al espectador, DESPREVENIDO POR EL IMPACTO EMOCIONAL DEL EFECTO FÍSICO QUE HA PRESENCIADO." (El Arte de las Cartas, p. 57 -Las mayúsculas son mías.)

    Como dice Luis, sin el efecto físico y su impacto emocional, no puede colar la flecha metafórica. Ésta aprovecha el boquete abierto en el intelecto del espectador para colarse en su conciencia.

    Como me corroboraba Miguel Puga en el reciente (y siempre entrañable) encuentro de Cabracadabra, no somos poetas, ni pintores, ni novelistas. Somos magos y nuestra herramienta básica es el asombro y éste viene del impacto que causa el efecto físico al que se refiere Luis.

    El propio Luis cuida milimétricamente la construcción y, ya que hablas de su interpretación del cuento de la bella durmiente, ahí tienes un ejemplo magnífico de un "juego" que, aparte de evocar muchas cosas a nivel superficial y profundo, también se beneficia de una construcción óptima, por lo que contiene efectos físicos muy potentes y difíciles de analizar en sí mismos, lo que no es óbice para que su propósito vaya mucho más allá de los mismos.

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  7. Construcción como soporte para el ilusionismo, ilusionismo como soporte para para el acto mágico y acto mágico como soporte para la experiencia mágica.

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