miércoles, 28 de marzo de 2012

La bella coherencia del absurdo I - por Ricardo Sánchez


Me gusta pensar que la magia no se produce ni en el mago ni en el espectador, sino en un lugar intermedio en el confluyen las esferas personales de ambos. Así se genera un espacio común de juego y empatía. Imagino como las proyecciones personales tanto del mago como del espectador se estiran para encontrarse en un lugar onírico dominado por la esfera mágica. Creo que es posible crear un mundo completo en el que convivir durante el tiempo que dure el espectáculo.

Para poder habitar este mundo especial es importante tener en cuenta de antemano ciertos aspectos internos. El mago es quién conoce las reglas sobre las que se fundamenta y quién invita al espectador a jugar con él. La única misión del espectador consiste en dejarse llevar y disfrutar del entorno que se ha construido a su alrededor. Pero no es fácil convivir en un mundo desconocido. El terreno ajeno suele resultar hostil e incómodo, y aquí viene la principal labor del mago: crear un universo coherente en el que el espectador pueda sentirse arropado. Para ello debe conocer, o al menos comprender, las nuevas reglas naturales creadas especialmente para él.

En toda actuación se suscribe un pacto tácito entre todos los presentes que aceptan asumir una mirada abierta ante lo que acontezca y que obliga al mago a ser honesto con los espectadores y no introducir discrepancias que les separen de la ficción creada.

Esto me lleva a lo que articula mi visión personal de la magia: el absurdo. Creo que la magia basada en el absurdo, en la creación de imposibles que impacten frontalmente con las convicciones terrenales, contiene todas las herramientas necesarias para que nuestro mundo imaginario se vuelva circular y completo. Sin embargo, el absurdo por sí mismo, no deja de romper constantemente la atmósfera mágica. Muchas juegos son absurdos intrínsecamente, pero carecen a su vez de la coherencia interna necesaria para que el absurdo resulte lógico. No quiero argumentar de forma destructiva antes de pasar a la parte constructiva, pero me parece importante delimitar claramente lo que entiendo por absurdo de antemano. La aparición de un billete del interior de un limón es absurda en cualquier caso, pero adolece de falta de lógica interna. Sólo es un hecho azaroso que no permite al espectador entender, o al menos empatizarse, con los motivos del milagro. Si queremos jugar con el espectador en igualdad de condiciones, hemos olvidado explicarle que en nuestro mundo los limones vienen con cartas dentro. Podemos hacer aparecer unas semillas de un mazo de naipes, dejarlas caer en una bolsa de cambio y producir después un limón. Aunque todo el proceso sea imposible, sí parece internamente lógico que de una semilla de baraja salgan frutos con cartas. La experiencia será más memorable porque el espectador entra en un juego en el que lo imposible sigue unas reglas internas fácilmente comprensibles y coherentes.

Llevado a la experiencia global de un acto mágico, y pensando ahora sólo en los aspectos presentacionales, un mundo totalmente imposible (o improbable) será más consistente en cuanto tenga unas reglas internas armonizadoras, por artificiales que sean éstas. Pensemos por un momento en el cine, sagas como Star Wars generan mundos irreales, basados en principios imposibles en nuestro universo conocido, y sin embargo lógicamente relacionados. Los poderes de la fuerza, las explosiones con fuego en el espacio o el hecho de que todos los seres del espacio sean antropormóficos quedan integrados por ser coherentes entre sí y aportar una visión global del universo.

Si una actuación se fundamenta abiertamente en el absurdo, proponiendo al espectador convivir con él, y se reviste todo de coherencia interna, será más fácil que olvide las inconsistencias de la realidad y acepte todo lo que ocurra.

Las presentaciones basadas en el absurdo son además amenas y esencialmente mágicas. En mi trabajo personal me gusta partir de situaciones o hechos factibles y derivar de ellos consecuencias absurdas manteniendo siempre la lógica interna. Planteo premisas imposibles y las sigo hasta las últimas consecuencias, de modo que los espectadores puedan sentir que entienden el curso de las acciones, lo que ayuda a romper la barrera creada como espectador e integrarse como partícipe del acto.

Creo que esto además debe aplicarse a la generalidad del espectáculo. Si bien los distintos efectos no necesitan una estrecha coherencia entre sí (las reglas creadas para un juego no tienen por que ser válidas para el siguiente), deben mantener una línea general que aglutine el total como perteneciente al mismo ámbito de realidad.

Este artículo constituye sólo una pequeña incursión en un tema mucho más amplio, que abarca desde los manejos y la belleza de las discrepancias, hasta la posibilidad de jugar libremente con la charla una vez suscrito el pacto tácito de juego entre espectador y mago.

3 comentarios:

  1. No veo mal jugar con el absurdo ya que en la realidad magica deja de ser absurdo pues todo tiene su cabida.lo que si considero importante es la coherencia interna del juego pues sin ella el espectador se perdera por caminos sin retorno que no favorecen en nada a la creacion de la atmosfera magica.

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  2. Claro. Ese es el núcleo del artículo, las enormes posibilidades del absurdo en la magia y la necesidad de darle coherencia para que tenga fuerza. La atmósfera mágica necesita atmósfera para funcionar, y si le quitamos sus elementos esenciales pierde todo sentido. La coherencia externa es igualmente necesaria. A mi parecer coherencia interna y externa deben discurrir paralelas porque forman un conjunto global.

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