martes, 29 de enero de 2013

Convesaciones (bastante) improbables




Nunca olvidaré aquella célebre conversación entre el cineasta Alfred Hitchcock y el mago vienés Johan Nepomuk Hofzinser. Puede que hubiera alguien más compartiendo una botella de vino con ellos en el pequeño bistró de París. Quizá alguno de los artistas habituales de la orilla izquierda del Sena, pero si dijo algo, no fue importante.



Johan había guardado su baraja de cartas y Alfred estaba a punto de encender un puro cuando el debate derivó hacia un tema que apasionaba ambos: el personaje.

Alfred, tímido y ligeramente borracho, preguntó:

Alfred: El joven Jean Eugene afirma que el mago no es más que un actor haciendo el papel de un mago, ¿qué opinas de eso?

Johan: No estoy de acuerdo, al menos en lo que a mí respecta. Verás, mi mujer y yo actuamos en casa para muy poca gente. Los invitados suelen quedarse después a tomar una copa. Si sólo interpretase un papel en escena, terminarían llevándose una decepción cuando hablasen conmigo un rato más tarde. Me daría miedo que echasen de menos al mago y se olvidasen del Nepomuk de diario.

A: Entonces, ¿eres tú mismo cuando actúas?

J: Sí y no. Déjame explicarte, pero si entramos en estos temas, voy a necesitar un café bien cargado. No puedo ser exactamente yo mismo, la posición me obliga a tomar un papel, pero después tengo que poder estar a la altura. Voy a poner un ejemplo. En tus películas, ¿cuánto se cuenta de los personajes?

A: Estrictamente lo necesario para poder hacer avanzar la trama.

J:Y, ¿cuánto sabes tú de ellos?

Alfred se rió y su barriga tembló tanto que la corbata se deslizó hasta un costado.

A: Todo. Tengo cantidades ingentes de libretas con anotaciones de lo más peculiar. Te podría decir hasta el nombre de soltera de la abuela de cualquiera de mis personajes. Figúrate, hasta en los armarios de mis decorados, esos armarios que nunca se abren, hay ropa de la talla y estilo de los personajes. Los cajones guardan objetos que nunca se verán en las películas.

J: A eso me refiero. Tus personajes van mucho más allá de los actores. ¿Sabe alguno de ellos esas cosas?

A: Suelen olvidarlas pronto.

J: Te voy a explicar lo que pienso, pero antes déjame hacerte un juego.

Alfred y Johan pasaron un rato jugando con unas cartas y unas velas. Para Alfred, la imaginación de Johan siempre fue fuente de placer.

A: Precioso, pero volvamos al tema que nos ocupa.

J: La importancia del personaje es algo que me trasciende, pero sí te puedo decir algo que creo que es igualmente importante, tanto si se lleva una máscara como si no. Yo la llamo la Teoría del Iceberg.

A:Podrías haberle buscado un nombre mejor.

J: Eso te lo dejo a ti. Yo muestro a los espectadores sólo la punta del iceberg, la parte que sobresale. Si en una actuación hablo de espiritistas, doy uno o dos datos, los necesarios para transmitir el mensaje. Sin embargo, tengo una estantería llena de libros de espiritismo. Sé muchísimo más de lo que cuento. Así, si después se interesan por ese juego, puedo seguir hablando y mantener las expectativas que he creado. Todo lo que se esconde bajo el mar sustenta mi actuación. Es lo que configura mi figura de mago percibida por los espectadores. Algunos se contentarán con la superficie, pero también tengo algo para los que realmente se interesen.

A: Eso me recuerda a un mago argentino.

J: Exactamente. Sus actuaciones son maravillosas, pero su poso mucho más duradero. La gente piensa que recuerda sus juegos y sus palabras pero, en realidad, lo que les gustaría es compartir mesa con él, escuchar todas esas historias que sólo quedaron esbozadas en el escenario. Él muestra la punta del iceberg, pero deja claro que hay mucho más. Si en toda la cena no deleitase a la concurrencia con ninguna de sus composiciones, nadie terminaría echándolas de menos.

A: Entonces, ¿no hace falta la magia?

J: Claro que sí. Es el eje, las columnas sobre las que se sustenta todo. Sin ese esqueleto no hay nada.
A: Entiendo. Por muy buena que sea la fotografía o las actuaciones, sin suspense no hay película. Pero quiero volver un momento al principio, ¿es necesario un personaje?

J: En cuanto la camarera llegue con el café te lo explico.

6 comentarios:

  1. Una vez mas tengo que felicitar a Tertulias por ser el único foro de debate abierto sobre la concepción mágica del ilusionismo y su conexión con la Magia tradicional, en este tiempo en el que todo se degrada vertiginosamente.
    Y como no, agradecer a Ricardo, con el que tengo un tema pendiente del que no me olvido, sus interesantes comentarios, expuestos siempre de una forma sorprendente.
    Creo que toca una idea fundamental cuando dice, a través de Hofzinser:
    “Yo muestro a los espectadores sólo la punta del iceberg, la parte que sobresale. Si en una actuación hablo de espiritistas, doy uno o dos datos, los necesarios para transmitir el mensaje. Sin embargo, tengo una estantería llena de libros de espiritismo. Sé muchísimo más de lo que cuento.”
    Cuantos ilusionistas profesionales tendrían que asumir esta idea clave para no decir las tonterías que dicen. Que bien le vendría a el Gran Luis de Matos tener esa biblioteca sobre alquimia para no llamar a los alquimistas despreciativamente “esos locos ilusos”. Que bueno sería que todos los ilusionistas profesionales o aficionados supiesen algo mas de la magia de la que tanto hablan.
    En cuanto al personaje que cada cual interpreta, mejor hablamos después del café.

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  2. Muchas gracias, Luis. Yo tampoco me olvido.

    Creo que el hecho de saber de lo que se habla es como mínimo, una señal de respeto hacia el interlocutor, hacia uno mismo y hacia el mensaje.

    Además, tengo la esperanza de que, al empezar a querer saber, dejaremos de trivializar lo que hacemos y lo que decimos.

    Al menos eso me dijo Hofzi.

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  3. "esos locos ilusos" somos los que intentamos cambiar este mundo, pero los "amasadores de capital" no son los principales interesados en que esté mundo cambie, quizás si practicasen la alquimia con algo de interés serían como el "monje que vendió su ferrari" y apreciarian TODO en el mundo de las formas como en el de la no forma y encontrarían, al menos, algo de paz interior.

    Bonito artículo Ricardo, gracias por tu aportación.

    Pequi.

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    1. Los alquimistas no fueron unos locos ilusos como despreciativamente los denomina Luis de Matos. Cambiaron el mundo ya que definieron un hombre nuevo y y que una nueva realidad podía ser vivida.
      Los locos ilusos, en su sentido literal, jamás han cambiado nada. Únicamente se mantienen en su ilusión a sabiendas que nada van a conseguir.

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  4. Soy Jossan, ya he comentado varias veces pero no se como hacerlo dado de alta.
    Quisiera mostrar mi total acuerdo con la idea de la punta del iceberg.
    Eso se hace en muchas otras artes, sobre todo en literatura y teatro. Cuando un actor interpreta un papel, tiene un trabajo previo donde analiza la historia del personaje, desde que nace hasta el momento del guión (desde la educación que ha recibido, hasta lo que a desayunado).
    Quizás los casos más conocidos sean los de Tolkien y George Lucas. Tolkien fué quién hizo esto de la manera más radical, creando una religión, varios idiomas y muchas razas para dar vida a la tierra media. ¡Y solo para tener un abono de cultivo para las historias que vinieron a continuación! (El Hobbit, El señor de los anillos, y la poco conocida Historia de Tom Bobadil).
    George Lucas creo una raza llamada Eaoks, pequeños ositos de ojos saltones. Solo aparecieron unos 15 minutos en El retorno del Jedi, pero sus anotaciones e historias previas dieron para 3 películas monotemáticas posteriores y una serie de animación tras el éxito de la saga.
    En cuanto a interpretar el papel de un mago... Creo que depende lo que queramos provocar con eso. Soy un radical a la hora de definir para que hago magia: Para provocar sensaciones al espectador. Si interpretar un papel que no soy yo me ayuda lo hago, si me perjudica lo evito a toda costa

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